miércoles, 17 de agosto de 2011

Los reyes del tiempo

Decirnos hermanos era poco, éramos nuestros confidentes y brillantes en lo que nos proponíamos, equilibrio perfecto, electrones y protones, inseparables, incorregibles y eternos. Nos adueñamos del mundo por un tiempo, ese pequeño y retorcido mundo nuestro, la vida pasaba rápida y fugaz como naturalmente es, pero no para nosotros. Lloramos, reímos y padecimos juntos como si fuéramos uno solo.

Hoy ya pasaron más otoños de los que puedo recordar, y le rendí cuentas a la vida y devolví los años que robamos. No debió ser, era demasiado sublime, desacertado para un ser humano, extraordinario para cualquier mortal, inconcebible para los hombres, así que el tiempo lo arrebato, y no lo vimos venir... no vi los ojos de la pantera hasta que sus blancos y afilados colmillos me arrancaron la garganta y las garras del cruel destino me robaron el fuelle, y callé, por siempre, callé.

Quien lo hubiera dicho, que no nos vemos y te veo tan grande y yo igual mi amigo, ¡nos arrebataron la vida! ¡nos robaron la juventud mi hermano! Nos redujeron a cenizas... a pobres escombros de un hogar que ya... no es. Los eternos, los dueños del mundo... del tiempo, nosotros... a nosotros, si... nos quema el sol, como las lagrimas a la luz del pasillo, como ellas... nos desvanecemos... nos miran, nos pisan y sin hablar amigo querido me voy... te vas.

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